Eterna Roma en su legado y mi corazón

martes, 1 de diciembre de 2009

La noche será larga

Esta noche no pegaré ojo. Llegué tarde a casa y con el cuerpo entumecido de la fatiga. Un intenso dolor en ambas muñecas y en las piernas un hormigueo y flaqueza que impiden avanzar con la soltura habitual. La piel de mis manos y antebrazo está cubierta de arañazos. Mi garganta está seca, casi no puedo hablar con claridad de la sed que he soportado hasta hace apenas unos minutos. Mi espalda se inclina hacia delante y un impertinente pinchazo se está cebando con los músculos de mi espalda. Tengo el pelo alborotado y los ojos ya no soportan más este escozor.
Después de escribir esto, me he tumbado para intentar conciliar el sueño. No he podído ni tan siquiera dejar descansar los párpados más de diez segundos. Tal es el agotamiento que, ni tumbado y relajado, puedo reposar. Quizá sea aún la irritación producida por los empleados de "aquel" sitio, porque no paro de pensar en lo interesadas que pueden llegar a ser las personas. Para resumir a los que leéis, dejaré esta frase: "Si no eres nadie, no eres nada". Esta parece ser la filosofía de estos curiosos "señoritos" de mono azul y uñas sucias.
Me he vuelto a tumbar. Sigo sin éxito alguno en mis vanos intentos de conciliar unos miserables minutos de sueño. Estoy empezando a pensar que quizá fuese mejor trasnochar el resto de esta fría madrugada que vislumbra ya en el horizonte el invierno. El termómetro me cuenta que son 3ºC de temperatura los que hay a tan solo veinte centímetros de mi rostro, al otro lado del cristal. Ahora que parece que he distraido mi mente del enojo, ella ocupa de nuevo todo mi pensamiento. El calefactor está apagado y yo llevo una simple camiseta de manga corta. Aún así, mis pensamientos me dan calor y me producen una muy grata sonrisa de idiota.
He vuelto una vez más. Parece que, poco a poco, estoy recobrando las mínimas fuerzas que necesito para que mi cuerpo pueda olvidarse del dolor. Esos últimos pensamientos son sanadores. Han sido como beber agua de vida de una copa bendecida por los ángeles guardianes. Creo, queridos amigos, que no existe mayor remedio a los males. Creo, querida Dama del Agua, mi dulce princesa, que tu cariño protector hace que pueda recomponerme más rápidamente.
No se si podré dormir, pero se que descansaré. La noche se alargará. No se si hasta que mis ojos se cierren en unos minutos o hasta que raye el Sol. Sólo se que tú, dulce y bondadosa musa de mi inspiración, harás que olvide pena y agonía.

Nos vemos...

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