Eterna Roma en su legado y mi corazón

martes, 28 de abril de 2009

Viejos Recuerdos 1

No más lágrimas

Abres los ojos, sientes dolor,
lloras sangre, nada a tu favor.
Desde pequeña te ha maltratado
y tu alma lo ha notado
Te falla la fuerza y caes al suelo
mientras observas con recelo
el mundo de fuera tras la ventana
Te cargas de ira y te cargas de rabia

Te pones en pie muy decidida
a cambiar tu suerte, a cambiar tu vida.
Aprieta los puños y da una patada
a esa persona tan despreciada

Rompe la barrera
tu exceso de bondad
te hace daño y te puede matar
No mires el pasado
no mires atrás
mira hacia delante lo lograrás

Descarga tu odio y no temas jamás
No más dolor ni dudas, no más llorar

lunes, 27 de abril de 2009

Quiero y no quiero

No quiero desaparecer entre la niebla y las estrellas de la noche. No quiero que el Sol se ría de mí cada mañana recordándome la realidad. No quiero estar sólo en un mar de lágrimas muertas sobre mi almohada. Que mis susurros no suenen con eco en la inmensidad que torna mi habitación. Que la soledad me apuñale con saña y fuerza y morir en un lecho de rosas negras de la pena y el dolor. No, no quiero.
Quiero aparecer entre la niebla y sonreir a mi amada. Suspirar profundamente tras un beso dulce y un cálido abrazo. Que el Sol salga después de contemplarla toda la noche dormir plácidamente junto a mí. Susurrarle al oído un "Te quiero" y que con una sonrisa despierte. Pasar todos y cada uno de mis días cuidándola mientras no deja un solo instante de velar por mí. Saber que hay alguien siempre que me escuchará a cualquier hora, econtrandose bien o mal. Que mi vida sea la suya, y su vida mía.

Abuelo

Querido abuelo:

Siento no ser lo que siempre has esperado de mi. Siento que seamos tan distintos. Odio desear tus virtudes y que poseas las mías. Que siempre hayamos estado separados por el muro de tu orgullo y mi rabia. Que nuestras vivencias se hayan limitado a meras celebraciones familiares. Quizá yo debería haber sido más comprensivo o tú más cariñoso.
Te odio, pero te quiero con locura. Eres mi abuelo y de tí he aprendido una cosa muy importante: a usar la rabia propia con el trabajo duro y firme. Es un honor haber aprendido esto de tí. Tú que siempre has sido un rudo luchador toda la vida. Cúrate. Te suplico que te cures. No caigas. Aún no, querido abuelo. No puedes finalizar así y firmar un epitáceo tan amargo. Se fuerte, estamos contigo.

sábado, 11 de abril de 2009

El fin del mundo

Al derrumbarse el mundo, un grito de rabia impotente destruyó los cielos y las llamas lo devoraron todo a su paso. No dejaron más que cenizas y polvo en este mundo marchito, teñido ahora de gris y negro. Las lágrimas que acariciaban los rostros de los inocentes hervían con el voraz calor de la ira.
- ¿Habéis visto lo que ha sucedido? - gritó al cielo una mujer
- ¿A quién señalas, necia? - le respondió una anciana
De rodillas todos llamaron al infinito, en súplica, por una ayuda que jamás llegaría. Habían destrozado su mundo y ahora nunca jamás lo recuperarían. Aquellos que avisaron del final se quitaron la vida sumidos en desesperanza y, tras ellos, los siguieron aquellos que con más reticencia los habían escuchado.

- ¿Ahora qué, mamá? - preguntó un niño
- Ojalá lo supiera, cariño - le respondió ella

¿Qué? ¿Qué podían hacer? ¿Qué debían hacer para reconstruir un mundo que habían consumido bebiendo su sangre y la de sus semejantes hasta extasiarse? Pero sobre todo, ¿por qué diablos no aceptaban que era culpa suya?

Me tienes hasta las narices


Ya me tienes harto, anciano. Tu mujer te soporta, tus hijos te tienen que tragar, has extendido tu mano de dominación sobre toda tu familia todo lo que has podido. Pero conmigo te has equivocado.
A mi no me domina nadie, a mi no me insulta nadie, a mi no me deja por los suelos ni mi padre. Que te quede muy claro, anciano.
Si me llamas pidiéndome algo, tranquilo que acudiré siempre que me sea posible. No te quepa la menor duda. Eso sí, al menos ten la delicadeza de agradecer las cosas y no tratar a la gente a patadas. ¿Sabes lo que opino? Que eres un maldito amargado y te da envidia de que los demás estemos bien. No tienes vergüenza ni mereces el esfuerzo de nadie.
Me das pena, anciano. ¿Cómo eres capaz de tener estómago para poder soltar toda esa mierda que tiras por la boca? ¿Cómo es posible? ¿Quieres que tu nieto mayor te trabaje? Pues apláudele cuando lo haga y dale consejos, no patadas. Que ya bastante tengo con que jamás me hayas ayudado en nada, siempre te has reído de mí y de mi madre, has maltratado a mi padre, tu hijo, que tanto ha hecho por tí.
Eres escoria barata, das pena.

jueves, 9 de abril de 2009

Te odio


Esta es mi despedida para tí, porque ya no aguanto más tu persona. Me has roto el corazón, me has mentido, utlizado, insultado y, para colmo, me has dejado como una persona miserable. No diré tu nombre, tampoco quién eres.
No quiero saber más de tí, pues para mí tú ya no existes como existías antes. Ahora eres el recuerdo de un fracaso, del dolor, de la desesperanza y de la dominación. Pero te has equivocado conmigo, yo no me doblego ante nada ni ante nadie. Te has creído muy inteligente cuando no eres nada. Sólo eres tu forma de aprender a llorar frente a un espejo cuando no levantabas ni dos palmos del suelo.
¿Cómo has podido ser así? ¿Qué querías? ¿Vivir a lo grande y no hacer nada en tu vida? Pues que te vaya bien, que yo voy a disfrutar de mi vida lejos de tí.

miércoles, 8 de abril de 2009

Fragmentos Caminos de Gloria y Sangre 3

El Bar León
Gaviotas sobrevolando el puerto, pescadores blasfemando y riendo a carcajadas, barcos amarrados… Un lugar familiar, aunque muy distinto, al que César estaba acostumbrado a ir en sus inusuales paseos. Sólo el sosiego del sonido de las olas y el aroma a sal sosegaban su mente, ahora cúmulo de nervios.
Anduvo a lo largo del paseo marítimo, sin dejar de observar el mar infinito. Caminó y caminó hasta llegar a la entrada de una pequeña taberna. Tenía adornos de madera en las esquinas y cruzando la pequeña fachada, limpia y cuidada, la pared de cemento mal encalado y un pequeño porche totalmente de madera. Tenía una pequeña ventana con los cristales de diversos colores y un letrero junto a la entrada chapado en hierro negro en el que se podía leer claramente en letras blancas “Bar León” y, justo debajo y con letras muy pequeñas, “Desde 1992”.
Se disponía a entrar, cuando sonó su móvil desde el interior de su chaqueta. Lo tomó en su mano y descolgó sin comprobar de quien se trataba:

- ¿Sí? – respondió César
- ¿César? – preguntó una voz femenina.
- Sí, soy yo – miró la pantalla del móvil rápidamente y no reconoció el número - ¿Quién eres? No conozco este teléfono.
- Soy Cecilia – dijo la chica – la hija de tu jefe.
- Ah… - expresó César a desgana.
- Verás – comenzó a explicar – un tío de mi madre, que vivía en Burgos, ha muerto esta tarde y mis padres van a ir a su entierro.
- Ah… - volvió a espetar César, esta vez más sorprendido – Lo siento.
- Gracias – suspiró Cecilia – El caso es que mañana no estará mi padre en la tienda y me preguntaba sino te importaría quedarte un par de horas más para echarme una mano.
- Pues, no se… - dudó.
- Porfa… - insistió ella – Te pagaré las horas extra y te invitaré a comer.
- Es que no se si podré – aclaró César.
- Porfiii… - volvió a insistir.
- Está bien – cedió él algo enojado.
- ¡¿De veras?! – exclamó la chica – Muchas gracias.
- No hay de que – suspiró – hasta mañana.
- Hasta mañana – colgó.

César guardó su móvil dentro de la chaqueta de nuevo y abrió la puerta del local. Una vez dentro, pudo comprobar que era un bar distinto a todos los del puerto. No tenía adornos en honor al mar, ni nada que se le pareciese. Todo el interior estaba revestido de madera, tenía cuadros en blanco y negro en todas las paredes, un mapa físico de España a la derecha de la entrada y varias lámparas de hierro simulando ruedas de carro en el techo. A la derecha había sofás entorno algunas mesas y al fondo la entrada a los servicios. En el centro varias mesas más rodeadas de sillas de madera y, a la izquierda, se encontraba la barra. Esta tenía en su parte exterior varias réplicas perfectas de armas antiguas y sobre ella, en una esquina, varios montones de revistas y panfletos. Al fondo de esta, colgando de la pared, había una bandera española adornada con el escudo nacional y él águila imperial. El barman le miró un instante mientras limpiaba una gran jarra de cristal. Era un tipo muy corpulento, de unos treinta años, vestía un pantalón deportivo y una camiseta sin mangas. Llevaba los brazos casi totalmente cubiertos por tatuajes y lucía una corta y cuidada perilla negra. Tenía la cabeza afeitada al cero y se podían ver sobre su cráneo varias cicatrices.
César se adentró a paso lento sin dejar de observar el lugar y a las pocas personas presentes. Se arrimó a la barra y a los pocos segundos le atendió el barman:

- ¿Qué quieres, chaval? – le preguntó sonriente.
- Un tercio – respondió César.
- ¿Cruzcampo? – volvió a preguntar el barman.
- ¿Tienes “Estrella”? – preguntó César.
- Jajaja… - rió divertido - ¡Claro joder!
- ¿Qué es tan gracioso? – curioseó él algo enojado.
- Nada, tío, tranquilo – sonrió y dejó la botella frente a César – Muy poca gente pide buen “caldo” bien hecho en nuestra Región.
- Ah, Ok – dijo César tras esbozar una sonrisa.
- No te había visto nunca por aquí, ¿eres de fuera? – dijo el tipo.
- Hace más de diez años que vivo en Cartagena – explicó César – solo que no tengo por costumbre salir mucho.
- ¿De qué parte de “Cartago Nova” eres? – volvió a preguntar.
- De San Gabriel – respondió tras beber un gran trago de su cerveza.
- Jajaja… - soltó una sonora carcajada – Muy buena, no, no, en serio.
- Sería un buen chiste de no ser cierto – dijo César seriamente.
- Joder, tío… - suspiró el barman mientras abría otra botella – Perdona, no pretendía ofenderte. Es que, ese barrio…
- Es una puta mierda – interrumpió César tras beber de su botella – Putas, maricones, drogatas, moros, etcétera, etcétera
- ¿Cómo has acabado allí? – curioseó el barman.
- No tenemos dinero para algo mejor – explicó César – Cuando era pequeño mi padre murió en Kuwait en acto de servicio y… - suspiró – Bueno, es una larga historia.
- Así que tu padre murió en Kuwait – dijo sorprendido - ¿Fuego cruzado?
- No – César bajó la mirada – Un centinela que se confundió.
- ¿Tu padre era el Cabo Primero Rodríguez? – preguntó una vez el barman.
- Si – respondió él sorprendido - ¿Por qué?
- Para los patriotas que conocen su caso es un héroe – dijo sonriendo.
- Lo se… - suspiró.
- Y… - observó a César - ¿qué haces aquí?
- Tengo entendido que por aquí vienen “ciertas personas” – explicó él – Me invitaron y aquí estoy.
- ¿Quién? – preguntó con gran curiosidad.
- Pablo – sentenció César.
- ¿En serio? – sonrió el barman – Ese chaval es como mi hermano pequeño, tío.
- Ajá… - lo miró sorprendido.
- Por cierto – el barman extendió la mano – Soy Julián, pero mis colegas me llaman “El Copas”.
- Yo César – le estrechó la mano.

Un par de horas estuvieron conversando. Música, fútbol, mujeres… La taberna se fue llenando. Casi todos eran jóvenes de entre 15 y 30 años. Cervezas, güisqui, ginebra y mucho, muchísimo tabaco. Todos se conocían y, al entrar, lo observaban y cuchicheaban entre ellos entre risas y carcajadas. Entonces, le tocaron en el hombro y se giró para ver quien era:

- ¡¿Qué pasa, Cesi?! – gritó Rodri alzando el brazo y rodeándole el cuello amistosamente – Ya les dije a estos capullos que vendrías.
- ¿Qué tal? – preguntó sonriente César.
- ¡De puta madre, tío! – respondió Pablo – Acabamos de llegar de una reunión en Lorca y hemos pasado a tomar unas birras.
- ¿Y tú? – preguntó Eva - ¿Cuántas birras te has cepillado ya?
- ¡Qué más te da a ti! – espetó Rodri sonriente – La cuestión es que el dicho popular se cumple, ¿verdad, Cesi?
- ¿Qué dicho popular? – preguntó extrañado Pablo.
- ¡Dios los hace y ellos se unen! – gritó Rodri sonriente y orgulloso.
- ¡Menudo gilipollas! – rió Natalia – Es “Dios los cría y ellos se juntan”
- Jajaja… - rió Rodri - ¡Pues es verdad!
- César, quiero preguntarte algo – dijo Pablo.
- Dispara – sentenció César sonriendo.
- ¿Amas España? – preguntó directamente
- Jajaja, menuda pregunta – dijo César riendo.
- Respóndele que lo dice en serio – aclaró Irene sonriendo.
- ¡Pues claro, me cago en la puta! – gritó César poniéndose en pie.
- ¡Respetadme a éste! – dijo Julián a su espalda colocándole una mano en el hombro - ¡Aquí tenéis las cervezas!
- Máximo respeto, Copas – dijo Natalia cogiendo una cerveza.
- César – dijo Julián – ¿te importa que diga algo en tu honor a toda la taberna?
- ¿Cómo? – preguntó César extrañado - ¿El qué?
- Vamos, hombre – insistió – No será nada malo, camarada.
- ¡Eso! – volvió a gritar Rodri - ¡Qué lo diga! ¡Qué lo diga!
- No se… - dudó César sonriendo.
- ¡Vengaaaa! – insistieron todos sonriendo.
- Bueno, está bien – agachó la cabeza sonrojado.
- ¡¡Óle!! – aplaudieron todos.
- ¡¡A ver, pandilla de cabrones!! – gritó Rodri - ¡¡El Copas quiere decir algo!!
- Gracias, tío – sonrió Julián y miró a los presentes una vez atendieron - ¡Camaradas, tengo que hablar hoy de una persona que se encuentra entre nosotros!
- ¿El espíritu Santo? – soltó alguien entre la multitud y todos rieron.
- No, hombre, no – rió también Julián - ¡Hoy está aquí el hijo de un héroe!
- ¿El heredero secreto de José Antonio? – preguntó una chica y todos volvieron a reír airosamente.
- ¡Qué no, coño! – rió una vez más.
- ¿De quién hablas, Copas? – preguntó otra chica.
- ¡Hoy está aquí el hijo del Cabo Rodríguez caído en Kuwait! – todo el local se sumió en un silencio sepulcral.
- ¡Venga ya, Copas! – exclamó otro chaval - ¡Si ese vive en Andalucía!
- ¡Hace más de diez años que vive en Cartagena! – dijo señalando a César - ¡Y es este! ¡Tres vivas por los caídos por la patria!
- ¡Viva, viva, viva! – gritó todo el local al unísono ante la agradecida y sonriente mirada de César - ¡Viva España!
- ¡César! – gritó Pablo alzando el brazo y extendiendo la mano hacia César después - ¡Te doy la bienvenida con orgullo al Batallón Cartagena!
- Gracias, amigo – estrechó la mano de Pablo y le dio un amistoso abrazo.
- ¡Qué corra la cerveza! – ordenó Julián - ¡La próxima ronda invita la casa!

Uno a uno, todos los presentes se fueron acercando a saludar a César. Estrechaban su mano, se presentaban, mostraban su respeto hacia su padre… Esa noche, César se sintió el centro del Universo, único e intocable. Como nunca antes se había sentido. Las horas fueron pasando una a una sin que se diera cuenta:

- ¡Joder, tíos! – exclamó al mirar el reloj - ¡Me piro!
- ¡¿Dónde vas, Cesi?! – preguntó Natalia con cara de asombro.
- A casa, que mañana tengo que currar – explicó César.
- ¿Tienes todos nuestros números? – preguntó Pablo señalando su móvil.
- Sí, claro – sonrió César poniéndose la chaqueta – Os doy un toque en cuanto pueda y quedamos, ¿vale?
- ¡Vale! – gritó Natalia de nuevo.
- ¡Nos vemos tío! – exclamó sonriendo Rodri – Vigila tu espalda, que hay mucho rojo por ahí suelto acechando.
- Tranquilo – dijo César marchándose - ¡Adiós, tíos! ¡Adiós, Julián!
- ¡Adiós! – se despidieron todos.

Salió sonriente y feliz de la taberna. Suspiró y comenzó su camino de regreso a casa. Aunque no llegó ni tan siquiera a pensar en el largo trayecto que tenía que recorrer cuando ya se encontraba en la puerta de su edificio. Miró hacia la costa alegre y subió hasta su piso.

- ¿Dónde estabas, cielo? – preguntó Juani.
- Con unos amigos, mamá – respondió César cerrando la puerta.
- ¿Amigos? – Juani salió a su encuentro sonriente - ¿Te lo has pasado bien?
- Mucho, mamá – dijo mientras besaba a su madre en la mejilla.
- Me alegro mucho, cielo – sonrió Juani más ampliamente.
- Gracias – dijo alegre mientras se sentaba en el sofá – Mamá, mañana saldré dos horas más tarde del trabajo.
- ¿Por qué, cielo? – preguntó ella metiéndose en su habitación.
- Un tío de la mujer de mi jefe la ha palmado y Cecilia me ha pedido que me quede un par de horas más para ayudarle – explicó César.
- ¿Cecilia? – preguntó Juani asomando la cabeza desde su habitación y sonriendo.
- La hija de mi jefe, mamá – sonrió César sonrojado.
- ¡Vale, vale! – rió divertida ella – Bueno, cielo, no te acuestes tarde.
- Buenas noches, mamá – se despidió César.
- Buenas noches, cariño – le dijo ella.

lunes, 6 de abril de 2009

Al decaer la esperanza

Querida Luna, palidece mi rostro con tu luz mortecina

¿Qué hacer cuando todo tu mundo se desmorona? ¿Qué hacer cuando todo en lo que crees se vuelve en tu contra? ¿Qué hacer cuando tu sombra te engaña? ¿Qué hacer cuando las únicas respuestas que recibes es el eco de tu voz en una habitación vacía? Y lo más importante, ¿qué hacer cuando no sabes qué hacer?
Luchar por la dignidad propia, labrarse un futuro en paz, hacer el bien ¿merece la pena? Ya lo creo que la merece, no esta pena, sino mil como esta.
¿Qué importa si sudas, sangras, te desmayas o tus brazos se rompen? No pasa nada, te recompondrás. Tú eres fuerte. ¿Has llorado? ¿Qué importa? ¿Quién no llora? ¿El mentiroso con su boca rota? ¿Quién te puede ayudar? Lo sabes, aquellos que desde niño te han ayudado sin pedir nada a cambio y esos amigos que siempre están ahí sin necesidad de llamarles. ¿Por qué hacías preguntas hace un rato sin sentido? No me preguntes ¿Por qué? Porque ni yo mismo lo se ¿Una especie de análisis? Algo así ¿Quizá un ordenamiento de pensamientos? Sí, eso es ¿O quizá los recuerdos en forma de puñal? ... ¿Qué le debes a la gente? Depende ¿Qué debes a las personas a las que has hecho daño? Mis disculpas, mi ayuda y mi sinceridad ¿Algo más? Sí ¿El qué? No volver atrás ¿No crees que un camino puede hacerse y deshacerse? No te entiendo ¿Puedes andarlo y volver atrás? No, pues considero que mi vida no da la vuelta sino que cambia de rumbo ¿Lo hará? No, soy feliz, quiero ser feliz y haré lo posible por ser feliz ¿Qué pasa si alguien está a tu lado? Haré lo posible por su felicidad y bienestar ¿Y si tu felicidad le daña? Entonces tendré que recortar esa felicidad mía

¿Quién o quienes te apoyan aunque no lo necesites?
Mi familia y mis amigos
¿Quién merece tu bondad?
Todos merecen la bondad de todos
¿Quién merece tu odio?
El odio no existe ya en mí, pues se disipó
¿Puedes nombrar personas y la razón?
Mis padres, por darme todo con su sudor y sufrimiento
Mi hermana, porque es la que me calma al consumirme de rabia
Carlos por toda su comprensión y sabiduria
Sixto por sus consejos desinteresados
Lidia por su forma de alegrar a la gente
Paula por su bondad, confianza y ganas de vivir
Antonio porque tu recuerdo me hace ser mejor persona
Mis primos por idolatrarme tanto en mi caída como en mi gloria
A tí que lees desinteresadamente la forma con la que desato las penas tras un par de copas que ahogan la ira, la agonía y las ansias de estallar cual bomba de relojería.
A todos vosotros os debo lo que hoy soy más que simplemente a mis experiencias pasadas. Me enorgullezco de ser el que aprenda de todos vosotros en aquello en lo que yo fallo.

Os doy las gracias y os pido disculpas si he llegado a ofendeos en algún momento de todo el tiempo que hemos compartido juntos.

Ahora, Sol, ven y raya de luz mi rostro sosegado

domingo, 5 de abril de 2009

Fragmentos Caminos de Gloria y Sangre 2

LA PANDILLA DE PABLO 2

[...]
- ¿Te importa si nos sentamos aquí, tío? – dijo el de la perilla.
- No. – respondió tímidamente.
- ¿Te mola el fútbol? - dijo una de las chicas.
- Sí. – volvió a responder.
- Estuvo bien el partido de ayer – dijo otra de las chicas.
- ¡Irene, cállate! – exclamó el rapado – Ese puto mono tenía que haber marcado el penalti, – añadió – pero no... Tuvo que fallarlo y solo quedamos 2 a 0.
- Debió marcar – dijo César – Lo tenía chupado.
- ¿Ves? Lo que yo decía – volvió a decir el rapado.
- Por cierto... – dijo la otra chica - ¿Tú quien eres?
- César, trabajo en “Deportes Faro” – respondió.
- Yo soy Pablo – dijo entonces el de la perilla – y ellos Rodri, Natalia, Eva y la hermana de Rodri, Irene.
- Encantado – contestó César sonriendo.
- ¿De qué parte eres de la ciudad? – preguntó Rodri.
- Del barrio de San Gabriel – respondió César.
- ¡No me jodas! – gritó Eva.
- Allí solo hay putas, moros, gitanos, drogatas y maricones – añadió Natalia.
- Vivo allí de alquiler – explicó – y nuestra economía no da para otra cosa.
- ¿Vives con tus viejos? – volvió a preguntar Rodri.
- ¿A qué viene tanta pregunta? – dijo César un tanto enfadado.
- Tranquilo, sólo queremos saber que tipo de persona eres – dijo Pablo.
- Lo siento, tengo que irme – dijo César tras mirar el reloj.
- ¿Sabes donde está el bar “León”? – volvió a preguntarle Pablo.
- No – respondió César - ¿Por qué?
- Solemos estar allí a menudo – respondió Pablo – Si quieres pasarte una tarde, ve al puerto y pregúntale a alguien por el bar.
- Vale, nos vemos – sentenció César y se marchó.

César fue hasta el portal del edificio donde vivía y permaneció allí sentado durante unas horas. Los gritos de una mujer provenientes de un piso al otro lado de la calle se introdujeron en su cabeza y le hicieron recordar las noches en las que Esteban maltrataba una y otra vez a su madre. Miraba entonces a su alrededor y veía la miseria de aquel barrio. Todas aquellas personas le repugnaban.
En torno a las siete y media de la tarde llegó Juani. Entraron ambos en casa y César se ocultó como de costumbre en su habitación. Estuvo dando vueltas en la cama una media hora, salió al salón para cenar y volvió de nuevo a su cuarto. Conectó su ordenador y jugó largo rato a su videojuego favorito.
Tropas aquí, tropas allá. Esa era su afición. Los gloriosos y legendarios legionarios romanos, las cargas de los caballeros medievales, los marines americanos… La guerra era su pasatiempo y pasión, aunque no llegaba a entender el porqué.
En torno a las 2 de la mañana despertó echado sobre su escritorio. Cuando acertó a decidir qué hacer, aún sumido en el sueño, bostezó y apagó el ordenador. Se puso en pié y seguidamente se acostó.

- Pablo, Natalia, Eva, Rodri,…e Irene – dijo entre susurros – Que personajes más extraños, aunque reconozco que esa tal Natalia no está nada mal.

En ese instante, cuando el sueño le vencía otra vez, un golpe sonó en el piso de arriba seguido de unos gritos en árabe. César se levantó y salió al balcón empuñando una navaja que tomó de uno de los cajones del escritorio. Alzó la vista hacia arriba y gritó:

- ¡Maldito moro hijo de la gran puta! – los gritos no cesaban - ¡Escoria, cierra tu apestosa boca de moro de los cojones!
- ¡Qué demonios! – gritó un hombre desde arriba y se asomó por la ventana.
- ¿No me has oído, payaso? – preguntó César.
- Tú a tu casa, niño – dijo el musulmán.
- Y tú a tu país, cabrón – respondió César – Eres tú el que sobra aquí.
- ¿Qué quieres? – continuó el hombre - ¿Quieres que baje y te de dos hostias?
- Chúpame los huevos, moro de mierda – respondió mostrando la navaja – Ahora guarda silencio si no quieres que suba y te haga en la polla lo mismo que hacéis en tu país a las mujeres en el coño.

César volvió a entrar y cerró el balcón. Guardó la navaja, anduvo por la habitación soltando maldiciones mientras el bullicio del piso superior se iba apagando. Volvió a acostarse y minutos después se durmió.
Al día siguiente de nuevo la rutina. Al despertar, Juani ya no estaba. Había salido antes para poder hacer unas horas extra. César se encaminó hacia el trabajo y allí pasó toda la mañana, como todas las de su aburrida rutina, hasta que salió y se encaminó al puerto.

Fragmentos Caminos de Gloria y Sangre 1

LA PANDILLA DE PABLO

A esa hora, el bar estaba lleno. César entró mirando a todos lados y se sentó a una mesa rectangular bastante grande que había en una esquina, la única que quedaba libre. Cogió la carta y comenzó a leerla. Transcurridos un par de minutos, la dejó sobre la mesa de nuevo, junto a un periódico de deportes de ese mismo día que tenía en portada una imagen del anterior partido que el Real Madrid CF había jugado en casa.

- ¿Qué te sirvo, chaval? – preguntó el camarero.
- Ehm... – dudó un segundo y respondió – Póngame un bocadillo de lomo y tomate y una cerveza.
- Muy bien – añadió el camarero - ¿Algo más?
- Sí. – espetó César – La cuenta.

César abrió el periódico y comenzó a leerlo. Mientras tanto el camarero le trajo lo que había pedido y la nota. César dejó entonces el periódico, miró la nota y dejó sobre la mesa el dinero justo. Acto seguido comenzó a comer. Cuando terminó de comerse el bocadillo y de beberse la cerveza siguió leyendo. En ese momento entraron dos chicos y tres chicas y se acercaron a él tras pedir unas jarras de cerveza en la barra. Uno de los chicos llevaba la cabeza afeitada al cero y el otro una perilla.