Eterna Roma en su legado y mi corazón

martes, 10 de noviembre de 2009

Epitafio a la Inocencia

"Tantas cosas que decir, que no se como empezar:
que te quiero, que te odio, que sin tí no puedo estar;
pero contigo tampoco, esto tenía que acabar"
-Zenit-

Siendo un niño no sabía que eras mi dueña, que desde tu manto me protegías del dolor. Me arropabas de noche, me abrazabas de día. Me acariciabas el pelo y me susurrabas como el viento mi propio nombre para que no abriese los ojos y contemplar tal valle de lágrimas que nuestra vanidad ha creado.
Nos hemos apoderado de "la madre", sin saber que en verdad es ella nuestra superior y nos hemos desposeído de todo aquello que nos hace humanos, como profundizar y distinguir el bien del mal. Aunque estos conceptos, son ciertamente relativos, siempre existe un bien común o un mal para todos. Es esa esencia la que hemos apuñalado con una daga oxidada de bronce.
Inocencia. Dulce canto de sirena inmortal e indomable como el corazón de una valiente princesa. Te marchaste sin decir adios, pero tu rostro gritaba un "hasta nunca". Durante los primeros años nadie te echó de menos, todos éramos felices de ver que podíamos alcanzar cotas más altas y gloriosas. Que nos enriquecíamos los bolsillos pero, no vimos que nos esclavizabamos con todo aquello que aniquila el corazón.
Inocencia... Te echamos en falta

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